ARTÍCULO PUBLICADO EN ‘EL DEBATE’

Inocencio Arias: «La farsa de la memoria histórica»

"Esa es la actual memoria histórica, no mayormente empeñada en buscar tumbas de desaparecidos sino en blanquear, escamotear las tropelías de la izquierda y echarle caca abundante a toda la derecha"

Milicianos 'rojos' fusilan la estatua del Sagrado Corazón, en el Cerro de los Angeles de Getafe, en 1936.
Milicianos 'rojos' fusilan la estatua del Sagrado Corazón, en el Cerro de los Angeles de Getafe, en 1936.. PD

El titular de la columna de Inocencio Arias no deja resquicio alguno a la duda: La farsa de la memoria histórica.

En el artículo titulado, publicado el 11 de abril de 2025 en El Debate, el veterano embajador poine patas arriba, de manera brillante y directa, todo el montaje y el argumentario del socialista Sánchez y los sectarios que intentan reescribir de forma torticera nuestra Historia.

Chencho‘, como le conocen sus amigos, analiza con agudeza las inconsistencias y manipulaciones que envuelven el relato oficial sobre la figura histórica de Francisco Largo Caballero.

¿No era Largo el presidente del Gobierno español cuando el Frente Popular asesinó a 3.000 personas en Paracuellos algo que él no podía ignorar? ¿No era Largo Caballero mucho más golpista y transgresor que los dos mencionados antes por ser el fabricante directo y el inspirador del sangriento golpe de Estado de 1934?

El autor pone en duda la narrativa de héroe obrero que se ha construido sobre el líder socialista, subrayando los episodios más oscuros de su trayectoria política, como su papel en la Revolución de 1934 y su gestión durante la Guerra Civil Española.

¿Cómo es posible que la memoria histórica meta en un cubo de la basura con tapadera a Moscardó, Haya o Primo de Rivera y le ponga un pedestal gigantesco y le lleve flores a un golpista contumaz, a uno que se inhibe mientras asesinan a sangre fría a miles de inocentes y llama, además, constantemente a la rebelión?

Arias enfatiza que las interpretaciones actuales tienden a exaltar ciertos aspectos mientras minimizan otros, como su responsabilidad en episodios violentos o su afinidad con posiciones totalitarias.

«La memoria histórica no es imparcial. Se ha convertido en un arma política para resaltar unas figuras y demonizar otras», argumenta el diplomático.

  • «Esa es la actual memoria histórica, no mayormente empeñada en buscar tumbas de desaparecidos sino en blanquear, escamotear las tropelías de la izquierda y echarle caca abundante a toda la derecha. Eso explica que el bombardeo alemán de Guernica sea trompeteado y el de los rusos del Frente Popular en Cabra, más sorprendente aún, sea ignorado».
  • «El lado franquista de nuestra contienda es vituperado por bombardear Madrid y se olvida que el bando republicano fue el que comenzó haciéndolo en las ciudades españolas del norte de África; Pemán es ninguneado en su tierra donde se levantan estatuas a Alberti que hizo poemas bochornosos al gran tirano Stalin, la muerte violenta de García Lorca es, con razón, reiteradamente denunciada y Muñoz Seca, el comediógrafo más popular de los años treinta, parece que murió en su cama en vez de sufrir criminalmente un tiro en la nuca».
  • «Y las tropecientas quemas de iglesias de esa época o las decenas de checas existentes en Madrid donde se torturaba, se juzgaba y se asesinaba eran siempre, ¡oh, hecho milagroso!, obra de «elementos incontrolados», nada que ver con partidos honorables como el PSOE o el PC».
  • «No falta mucho para que leamos que el Gobierno de Franco, que con su Plan Sur salvó a Valencia, es el causante último de la dana para castigar a la región porque allí mataron a José Antonio, y que el Gobierno de Ximo Puig ha salvado a la zona con su previsor, medioambiental y feminista Plan de la Huerta. Estamos en el país en que el presidente que ha hecho sus estudios en centros privados los tacha de chiringuitos y donde el futbolista Piqué, militante en el Club que contrató a Negreira para seducir árbitros dice que «una cosa que no le gusta del Madrid son los valores que transmite». Con un par, tan grande como el del presidente».

El papel de Largo Caballero en Paracuellos y la revolución

Uno de los puntos más controvertidos que aborda Arias es el rol de Largo Caballero durante la masacre de Paracuellos del Jarama, donde miles de presos fueron asesinados. Según el autor, «No era Largo Caballero el presidente del Gobierno cuando el Frente Popular asesinó a 3.000 personas en Paracuellos, algo que él no podía ignorar». Este episodio, aunque frecuentemente atribuido a otros dirigentes, pone en cuestión la responsabilidad última del gobierno republicano en una de las mayores atrocidades cometidas durante la Guerra Civil.

Asimismo, se recuerda cómo Largo Caballero fue un actor clave en los preparativos y la ejecución del golpe revolucionario de 1934. En este sentido, Arias cita: «¿No era Largo Caballero mucho más golpista y transgresor que otros líderes republicanos al ser el fabricante directo e inspirador del sangriento golpe de Estado de 1934?».

Esta insurrección, nacida como reacción a la entrada de la CEDA en el gobierno, dejó más de 1.500 muertos y marcó un hito en la polarización política del país.

Revolución y totalitarismo

El texto también subraya cómo Largo Caballero promovió un modelo político inspirado en la dictadura del proletariado. Su retórica revolucionaria quedó plasmada en declaraciones como: «Estamos ya hartos de ensayos democráticos; queremos implantar nuestra democracia».

Este rechazo a los valores democráticos tradicionales es presentado por Arias como una clara evidencia del carácter autoritario del líder socialista.

La Revolución de Octubre de 1934, liderada por socialistas y anarquistas bajo su influencia, fue descrita por historiadores como Hugh Thomas como un intento fallido pero decisivo para radicalizar aún más a ambos bandos políticos.

Durante esta revuelta, Asturias se convirtió en epicentro del conflicto: «Los mineros tomaron Oviedo con dinamita en mano, proclamando una dictadura temporal».

El legado histórico y sus reinterpretaciones

Arias denuncia lo que considera un uso sesgado de la memoria histórica para rehabilitar figuras como Largo Caballero mientras se omiten sus contradicciones.

«Largo Caballero nunca asumió plenamente los valores republicanos ni democráticos».

Más allá de sus aportaciones al movimiento obrero, su trayectoria estuvo marcada por tensiones internas con otros líderes socialistas como Indalecio Prieto y por decisiones controvertidas que impactaron profundamente en España.

El autor concluye que la exaltación acrítica del pasado no solo distorsiona los hechos históricos sino que también priva al público de una comprensión completa y equilibrada. En palabras finales: «La historia no debería ser rehén del oportunismo político».

El artículo invita a reflexionar sobre cómo las narrativas históricas son moldeadas por intereses contemporáneos.

La figura compleja de Francisco Largo Caballero sigue siendo objeto de debate, simbolizando tanto las aspiraciones como las tragedias del siglo XX español. Al destacar episodios como Paracuellos o 1934, Arias desafía a reconsiderar qué aspectos debemos priorizar al evaluar nuestro pasado colectivo.

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