ESTANDO EN NAVARRETE, NO OIGO “VETE”
Aunque es una pregunta muy atrevida,
Con sumo gusto a Dios formularía,
Si lo tuviera enfrente, eso osaría,
Esta aguda cuestión, que causa herida
Con su afilada punta, y aterida,
Amén de la mui, el alma dejaría
De quien la osara hacer, Pedro María:
¿A quién le achaco mi niñez perdida?
Pronto me vi obligado a ser maduro,
A salir del confort o edén hurtado,
Lo que me resultó un aprieto duro,
Pues todavía de él no había hartado.
Por eso vuelvo tanto a Navarrete.
Cuando regreso allí, nunca oigo “vete”.
Ángel Sáez García