El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¡Qué curioso! Escribir es un milagro

¡QUÉ CURIOSO! ESCRIBIR ES UN MILAGRO

Miro y remiro los ocho pomos negros de las ocho puertas blancas del armario (mi madre siempre usó la misma voz para referirse a él, alacena) de la recocina, y constato que itero esa misma acción en vano, porque no ha pasado, al menos, yo no he acertado a ver, entre ellos y mis ojos o mi mente, que el quid de esta pieza literaria cruzara por dicho espacio, esto es, hiciera entre sus límites acto de presencia. Sostengo el BIC azul con mi diestra y compruebo que todo está a punto, es decir, que su punta apunta al papel, pero aún no sé, de veras, de qué asunto va a discurrir esta tarde mi habitual texto en prosa, la urdidura o “urdiblanda” de rigor, que me autoexijo.

De repente, se enciende una imaginaria bombilla en mi intelecto y parece que en los tres o cuatro segundos posteriores va tomando cuerpo el tema, porque hoy voy a disertar del semidiós o dios (escrito con minúscula) entero que acarrea o contiene todo autor (ella, él o no binario) de ficciones, sea este plenamente consciente o no de que porta a aquel.

Un día sí y otro también, he evidenciado que cada jornada que pasa se parece, como una gota de agua a otra gota de agua, a la precedente en los prolegómenos, porque, en lo concerniente al desarrollo del proceso, es distinta. Me he cerciorado, asimismo, de que los desenlaces o finales también guardan cierta semejanza, ya que todos los textos los corona el mismo hecho, el acto satisfactorio de colocarles mi firma y rúbrica. Ignoraba, breves momentos antes de empezar a escribir sobre el folio, de qué trataría, insisto, la urdidura hodierna, que aún no era nada, ni siquiera idea, pero, en el mismo instante en que he cazado al vuelo o pescado sin anzuelo la susodicha, pulso el botón oportuno, y el engranaje de la creación literaria se pone en marcha y la máquina expendedora de palabras las empieza a escupir, lanzar o parir al exterior sin parar; a una le sigue la otra sin solución de continuidad, pero yo decido si la última en aparecer por su boca encaja y le sirve a mi texto o desentona y, por ende, la descarto o rechazo para que otro autor pueda aprovecharse de ella, si esta le cuadra al suyo, claro.

Barrunto o intuyo qué les sucede a mis colegas mientras elaboran sus creaciones, pero desconozco dicha realidad; ahora bien, a mí, cuando termino la tarea de escribir el texto, me queda la sensación refractaria de haberme ido de viaje adonde fuera y haber regresado del mismo a casa. Escribir, por tanto, es culminar un periplo, una singladura, sí, porque me parece que, por arte de magia, los parágrafos que conforman mis escritos (sean en prosa o en verso) se ordenan, mentalmente, prevista o no, antes de ser escritos, de tal manera que, al leerlos, antes de colocarles mi firma o marca de la casa o sello, constato que vienen como anillo al dedo, y que no hay que borrarlos para volverlos a escribir, porque, así como están, aguantan bien, en pie, salvo que haya advertido en ellos error u omisión y haya procedido a enmendarlo o subsanarla.

¡Qué curioso! Escribir me parece un milagro en el espacio y en el tiempo, en el cronotopo actual, cuando nadie cree en ellos. Es más, hoy tengo la certeza y la seguridad de que es un mosaico o rosario de prodigios, porque las teselas encajan como las piezas en un puzle, y las cuentas se encadenan y engarzan como los abalorios en un collar.

Nota bene

Ahora, cuando son exactamente, las seis menos cuarto de la tarde del viernes 28 de marzo de 2025, estoy en disposición de argumentar y sostener a quien lea esta, mi tesis, que la literatura tiene un innegable carácter prodigioso que nadie, con dos dedos de frente, se atreve a poner en tela de juicio ni a objetar. Y lo escribo así de convencido, porque acabo de dar remate mental al presente texto, salvo por las doce palabras que me quedan por trenzar, que no hubiera pensado escribir antes de ponerme a darle oportuno fin.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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