La Plaza de San Pedro ha sido hoy el epicentro de la actualidad mundial.
Bajo un cielo nublado y entre la solemnidad del momento, se han dado cita más de 130 delegaciones oficiales para despedir al Papa Francisco.
Entre ellos, la presencia de Donald Trump —de nuevo presidente de Estados Unidos— y los Reyes de España ha acaparado los focos.
No era solo el adiós a un pontífice querido; era también el escenario de encuentros diplomáticos inesperados, como el primer saludo público entre Trump y el Rey Felipe VI.
Ambos líderes se han estrechado la mano momentos antes del inicio de la ceremonia.
Un gesto amistoso y protocolario que, pese a su brevedad, ha sido interpretado como símbolo de respeto mutuo en medio del duelo internacional.
Las cámaras han captado el apretón, que ha destacado entre una multitud de saludos formales entre mandatarios.
Muy cerca se encontraba la Reina Letizia, quien también saludó cordialmente a Trump, aunque su gesto fue más breve.
Protocolo, ausencias y una fila repleta de poder
El acto ha estado marcado por una organización milimétrica.
El protocolo vaticano ha colocado a Trump y su esposa Melania prácticamente junto a los Reyes españoles; tan solo les separaba el presidente de Estonia, Alar Karis. Esta cercanía física ha facilitado un ambiente distendido y cierta complicidad visible entre las delegaciones, mientras los focos buscaban cada detalle.
Hubo cambios de última hora en el funeral del Papa Francisco en los asientos de los líderes mundiales. Contrariamente a lo previsto, el presidente estadounidense Donald Trump y su esposa Melania ocuparon un asiento en primera fila. A la derecha del mandatario estadounidense estaba el presidente finlandés, Alexander Stubb, con el inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron, y su esposa Brigitte a su lado; a la izquierda, el presidente estonio, Alar Karis, junto a Felipe VI. Asiento en primera fila también para el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, sentado un poco más lejos de Trump.
Hay una explicación para ese cambio de protocolo. Los presidentes Donald Trump y Volodímir Zelenski mantuvieron un breve pero significativo encuentro en la Basílica de San Pedro, previo a los funerales del Papa Francisco. Según la Casa Blanca, fue «muy productivo» y duró unos 15 minutos. Tras rendir homenaje al Papa, Trump se reunió con Zelenski dentro de la Basílica. Luego, salieron a la plaza uno tras otro, acompañados por sus esposas, Melania y Olena. El presidente ucraniano, vestido de negro, en lugar de su habitual uniforme militar, fue aplaudido por la multitud en la plaza de San Pedro. Al terminar el funeral, los presidentes Trump y Zelenski, y sus acompañantes, fueron los primeros en abandonar sus asientos.
En la representación española destacaba la ausencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ha declinado asistir al funeral. En su lugar, acompañaron a los Reyes las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, así como el ministro Félix Bolaños y el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. La elección del jefe de Estado como máximo representante español sigue la tradición protocolaria que también llevó a los Reyes Juan Carlos I y Sofía a funerales papales anteriores.
En total, más de 50 jefes de Estado —incluyendo al ucraniano Volodímir Zelenski, el francés Emmanuel Macron o el argentino Javier Milei— y diez monarcas compartieron espacio en una ceremonia que ha movilizado a miles de personas en las calles romanas.
El traje azul marino: Trump rompe moldes
Uno de los detalles más comentados no ha sido político ni religioso, sino estético. Donald Trump ha optado por un llamativo traje azul marino con corbata a juego para la ocasión.
El atuendo ha contrastado visiblemente con la etiqueta tradicional del luto vaticano —habitualmente negro riguroso para hombres— y se ha convertido en tema recurrente tanto en redes sociales como en medios internacionales.
Mientras Melania Trump seguía el protocolo con un coat dress negro, mantilla y guantes, la elección cromática del presidente estadounidense no pasó desapercibida.
Muchos analistas han señalado que este gesto podría interpretarse como una afirmación personal dentro del estricto marco ceremonial del Vaticano. Incluso algunos asistentes señalaron con humor que “el azul Trump” era tan protagonista como el propio funeral.
Por su parte, la Reina Letizia apostó por la sobriedad absoluta: vestido negro midi con detalles discretos y tocado clásico.
Un contraste marcado entre estilos que alimentó aún más los comentarios sobre vestimenta durante la jornada.
Curiosidades y datos locos: lo que no se vio en cámara
- La asistencia de Trump al funeral coincidió con el cumpleaños número 55 de Melania Trump, lo que hizo circular bromas sobre si habría tarta después del oficio religioso.
- A pesar del estricto código vaticano sobre vestimenta oscura, hubo más color en las gradas VIP: algunos líderes africanos lucieron trajes tradicionales estampados que atrajeron tantas miradas como los trajes occidentales.
- El apretón de manos entre Trump y Felipe VI se produjo justo cuando sonaban las campanas para anunciar el inicio formal de la ceremonia; según testigos cercanos, fue uno de los últimos saludos previos al silencio general.
- Entre bastidores se comenta que varios presidentes aprovecharon los minutos previos al funeral para intercambiar mensajes discretos sobre temas ajenos al acto religioso —desde fútbol hasta cotizaciones bursátiles—.
- Las redes sociales viralizaron rápidamente imágenes comparando el largo inusual de la corbata azul claro de Trump con su propio historial estilístico; incluso surgieron memes sobre si la corbata podría servir para cubrir parte del féretro papal.
Más allá del gesto: significado político
El saludo entre Trump y el Rey Felipe va mucho más allá del simple protocolo. Se produce en un contexto internacional convulso, donde los gestos cuentan tanto como las palabras. La proximidad física durante todo el funeral permitió varios intercambios discretos —miradas cómplices incluidas— que no han pasado desapercibidos para los analistas políticos.
La imagen proyectada es la de dos instituciones —la Casa Blanca y la Corona española— alineadas bajo el respeto común a figuras universales como el Papa Francisco. También puede leerse como una señal hacia futuras relaciones bilaterales marcadas por la cordialidad tras meses de incertidumbre política internacional.
En definitiva, el primer saludo público entre Donald Trump y el Rey Felipe VI en un contexto tan solemne como el funeral papal deja claro que hasta en medio del luto global hay espacio para gestos simbólicos —y algún que otro guiño estilístico— capaces de marcar tendencia dentro y fuera del protocolo vaticano.